Esperé tanto,
tanto que temí
no reconocerme.
Esperé cambios,
una vuelta de tuerca,
una señal de transformación
que me permitiera caminar
sin un polvorín bajo mis pies.
Esperé una hora nueva,
una nueva mujer
libre de culpas,
enfundada en un traje
de valentía.
Esperé tanto para encontrarla,
que al hallarla
en el reflejo de la ventana,
vi a una anciana
de ojos azules
consumida por los años
de tanto esperar.
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