En el bosque cubierto de nieve
enterré la caja donde guardo mis errores,
mis fracasos más recientes
humedecidos por las lágrimas
que salieron de mis ojos
a cuentagotas
como un grifo mal cerrado
que no deja de gotear.
En el bosque cubierto de nieve
descubrí al lobo de pelaje blanco
aullándole a la media luna
y sus ojos se clavaron en mi ser
porque así lo quiso la fortuna.
Dos animales heridos
viviendo en estado salvaje,
complacidos con la compañía
del otro; cazando juntos
a una presa desafortunada
que ignora su necesario final.
Ambos compartimos alimento
y madriguera acomodada;
reclamamos al invierno
el coste de nuestras penas,
la amargura de nuestras almas
y el ruido de nuestros pensamientos
provocando terremotos
entre los copos de nieve
de este invierno perpetuo.
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