Las casas vacías
no saben llorar.
Mis dientes se queman
aunque el fuego
está apagado.
Aristas. Heridas
sin nombre
en las paredes
del hogar.
Las casas vacías
no saben llorar.
Mis dientes se queman
aunque el fuego
está apagado.
Aristas. Heridas
sin nombre
en las paredes
del hogar.
Un trozo de papel
caído en desgracia,
se ha roto
y no sabe por qué.
Amarillo
y enfermo de desilusión
camina sin letras
por una ciudad
condenada a vivir sin sueños.
Quizás una letra huérfana,
deseosa de compañía
pueda ser su salvación.
Quero atopar a miña antagonista;
o meu corazón
que ruxe coma un lobo de mar
sospeita da súa presenza.
Quero atopala
facendo trasnadas nas feiras;
vixia-la mentres visita
os cruceiros
nas noites de novembro.
Ela baila
fuxindo polos camiños,
xogando coas ramas
e a herba;
eu tamén quero bailar
coma ela
e adorar o seu rostro divino
de muller galega.
Siempre supe
que te encontrabas
fuera de los márgenes.
Desdibujada,
pero grande como un elefante.
Creciendo juntas,
creciendo desiguales;
¿cómo iba yo a saber
donde crecen
los corazones sanos
si el mío se crió
entre espinas y alambres
que arañaban como gatos?
Y sin embargo
encontré el tuyo
y lo tomé para mí,
porque los corazones
de hojalata
se atraen entre ellos.
Lupanar de flores.
Una casa con tejado de papel
y ventanas de colores.
Una mujer de cabello blanco
y tez rosada
seca sus enaguas
en el patio de la casa.
Su carne generosa,
recién amada
se vuelve translúcida
con la primera luz de la mañana.
En la puerta
las zuecas de madera
se amontonan en los rincones.
Los pies de tobillos gordinflones
se adentran en la cocina
olfateando el olor del pan
y el murmullo
de la leche recién hervida
se cuela
por el túnel de sus oídos
dando paso a la orquesta
del desayuno.
La luz que ilumina las mañanas es la misma para todos, pero nunca será dos veces igual para nosotros. Pre-implantes de un futuro sobreactu...