Una vez soñé que existías,
te di forma y nombre,
decoré las estancias minuciosamente
esperando tu llegada.
Limpie hasta los rincones
más recónditos de la casa
para que al llegar, el desorden
no te encontrase.
No quise dejar ningún detalle
al azar; durante años
dediqué cada minuto
de mi tiempo
a la planificación
del hogar deseado
para ti.
Todo debía ser perfecto;
la luz más cálida
y agradable, los muebles exquisitos,
el entorno más bello;
todo estaba a punto
para tu llegada, tan deseada,
que cualquier otra cosa perdía importancia.
Cerré los ojos ansiosa,
imaginándote
y al abrirlos de nuevo,
ahí estábamos solos
mi sueño y yo.
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